miércoles, 17 de noviembre de 2010

ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES

                      SECCIÓN VII
        
A) LA EXPERIENCIA PERSONAL FRENTE A LA PALABRA DE DIOS.

Dice Murphy:

La mayoría de los creyentes rechazarían de manera categórica que exista la posibilidad de demonización de cristianos verdaderos. Esa fue también mi posición durante el período más largo de mis años en el ministerio cristiano”[1].

Aunque yo no creo que las masas tengan siempre la razón, creo que lo que se ha sabido y entendido y enseñado como una verdad irrefutable durante siglos por la mayoría de los creyentes desde los tiempos apostólicos, es más probable que sea así. Por esa misma razón recurrimos muchas veces a los padres apostólicos y sus escritos (aunque no siempre sean acertados en absolutamente todos los puntos doctrinales), pues ellos fueron, por así decirlo, los continuadores más próximos de los apóstoles del Señor y quienes tenían un acceso más directo a los autógrafos (escritos originales). 
Por esta misma razón, si es la gran mayoría de los creyentes la que rechaza de forma categórica la demonización de los cristianos verdaderos, y se supone que el Espíritu Santo guía al creyente verdadero a toda la verdad, ¡cuidado con las novedades y las nuevas revelaciones! ¡Cuidado con “hacernos maestros” muchos de nosotros!, como dice el apóstol Santiago, pues recibiremos mayor condenación, si no andamos y enseñamos conforme la verdad.

Un cambio de posición por la experiencia

Y sigue diciendo:

“En realidad la mayor parte de los que hemos cambiado nuestra posición en este asunto fuimos educados con esa opinión tradicional de la no demonización de los creyentes. La cambiamos, más que nada, a causa de la experiencia acumulada aconsejando a los demonizados. Esto nos ha llevado a estudiar de nuevo la Escritura y a examinar otra vez la posición de los padres postapostólicos sobre este tema[2].

Murphy asegura que ha cambiado su posición doctrinal, más que nada, por su experiencia clínica acumulada. No la ha cambiado por el estudio de la Palabra o la iluminación del Espíritu Santo, sino ¡por su propia experiencia!
¿Desde cuándo nuestra propia experiencia sirve para construir toda una doctrina teológica?

Cabe señalar, sin embargo, que el mismo Murphy admite que no se debe colocar la experiencia propia de uno por encima de la Escritura para determinar una doctrina, pero ya se sabe “del dicho al hecho... hay mucho trecho”. Su argumentación así lo demuestra.
En la mayoría de los argumentos que Murphy presenta hace referencia principalmente a “sus experiencias personales” o las de otros. Sin embargo estas experiencias a las que se refiere, no se asemejan ni cuadran con las experiencias que cita la Palabra de Dios. En lo que tiene que ver con creyentes, estas experiencias no encuentran ningún fundamento bíblico, a menos que estas mismas personas de las que habla fuesen inconversos.  
Veamos lo que nos dice Leahy:

“Creyentes muy buenintencionados frecuentemente sacan conclusiones basadas en sus propias observaciones y entonces más tarde buscan respaldar esas conclusiones con versículos de la Escritura que no siempre apoyan estas preconcebidas creencias”[3]
Cuando nuestras experiencias personales no se reflejan como algo apoyado o avalado por la Palabra de Dios ¡Cuidado!, podemos ser gravemente engañados, seducidos y guiados por nuestras sensaciones anímicas y experiencias espirituales que no son aquellas que provienen del Espíritu de Dios, sino de algún otro “espíritu”. Hay peligro de que acabemos practicando alguna clase de “ocultismo cristiano” como el mismo Murphy dice.

No está en la Biblia pero mi experiencia dice...

No obstante, no es esto lo peor del caso, ni lo más peligroso. Lo que es realmente preocupante es el hecho de poner nuestras pequeñas experiencias por encima de las Escrituras. Cuando damos tanto valor a lo que hemos experimentado que queremos que la Biblia refleje y hable de nuestra experiencia (aunque no lo haga), podemos cometer el gravísimo error de dar más valor y crédito a nuestras experiencias que a la Palabra de Dios y tratar de desarrollar una doctrina a partir de nuestros propios pensamientos. De hecho veremos en breve, que aún el mismo Murphy y otros partidarios de la demonización de cristianos se dan cuenta de que la Biblia no dice nada acerca de este aunto. Entonces, si las Escrituras no hablan para nada de este asunto ¿Podremos entonces tener la osadía de confiar en nuestra propia experiencia? ¿Apoyarnos en brazo de carne? ¿Está nuestra experiencia por encima de la Palabra de Dios o tiene autoridad suficiente para validar toda una doctrina extra bíblica?

Mucho me temo que esto es lo que ha venido haciendo durante siglos la iglesia tradicional, formulando dogma tras dogma, y muchas tradiciones que no solamente no menciona la Palabra de Dios, sino que la invalidan.

La Palabra de Dios: Autoridad Suprema

“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2ªP.1:19).

Hubo un tiempo cuando a los creyentes nos bastaba la sencillez del Evangelio; creíamos en estas sublimes afirmaciones de la Palabra de Dios como la citada  por el apóstol Pedro; éramos guiados por la voz del Espíritu Santo en la calidez de una sana relación con el Señor y considerábamos y teníamos por dudoso todo aquello que no provenía o era confirmado por ella.
Más adelante en la historia y habiéndo entendido el error de haber dejado atrás el consejo de Dios, nos unimos con los reformistas al lema: “Sola Gratia, sola Fide, sola Scriptura”; pero me temo que muchas cosas han cambiado desde entonces hasta hoy y hemos ido, poco a poco, dando bastante más valor a otras cosas, en medio de un mundo lleno de toda clase de ofertas. Ahora nos creemos suficientes para muchas cosas; ponemos más valor y confianza en las enseñanzas de algunos que ostentan unos cuantos títulos académicos avalados por algunos seminarios de renombre, que en “las cartas de recomendación” de otros que muestran por su conducta y su vivir las marcas de Cristo. Basta haber pasado por un seminario o dos para que pasemos directamente a “enseñar” de la Palabra de Dios, independientemente de la calidad de nuestra relación con el Maestro, y sin haber pasado siquiera por “La Escuela de Cristo”. Ahora somos el Pastor tal o el Dr. cual.
Sea como fuere, la Palabra de Dios es la que tiene la última palabra en todo asunto y debe ser considerada como nuestra única guía autoritativa, no nuestras propias vivencias que muchas veces son anímicas, subjetivas y engañosas.

   
B) LA BIBLIA NO HABLA ACERCA DE LA DEMONIZACIÓN DE LOS CRISTIANOS

Ahora bien, ¿qué dice acerca de la demonización de los creyentes nuestra máxima y eficaz guía autoritativa, nuestra lámpara a nuestros pies y la lumbrera en nuestro caminar cristiano? y ¿Olvidaría la Palabra de Dios mencionar la posible demonización de un cristiano verdadero?

Fred Dickason, promotor de la demonización de los creyentes expresa que no hay evidencias en las Escrituras acerca de la demonización: 

"no podemos decir terminantemente que la Biblia presenta evidencia clara de que los creyentes pueden ser endemoniados."[4]
Asímismo dice Charles Craft comentando sobre la conclusión de Dickason en este asunto:

“De forma exhaustiva examinó cada referencia en la escritura que pudiese estar relacionada con el asunto y no encontró ninguna para probar de forma concluyente que un cristiano pudiese o no estar demonizado. De esta manera, sin una clara posición escritural, necesitamos consultar a aquellos con experiencia en el trato con el problema bajo consideración. Aquellos que trabajan con cáncer saben que los cristianos pueden y de hecho, desarrollan cáncer. De la misma manera, aquellos que tienen experiencia “clínica” con cristianos que tienen síntomas demoniacos han vencido sus dudas y concluido que los cristianos pueden y regularmente tienen demonios”[5]

Así pues, Murphy, dándose cuenta de lo mismo, trata de justificar y avalar sus afirmaciones basadas en la experiencia diciéndo que no se dan detalles en las Escrituras: 

“Puesto que estas cuestiones no se tratan en detalle en la Escritura, la descripción anterior procede de la experiencia acumulada por aquellos que están dispuestos a ministrar a los creyentes afligidos por demonios, incluyendo la mía”[6].

¿Pero deja la Biblia algún cabo suelto o algo que debamos saber, sin explicar? ¿Olvidaría mencionar la Palabra de Dios un asunto tan importante como éste sin ni siquiera dar algunas instrucciones o consejos básicos?
Todo el consejo de la Palabra de Dios y todo aquello que es necesario para nuestro caminar y vivir cristiano nos ha sido dicho y repetido hasta la saciedad (Hch.20:20,27) (2ªP.1:12) (Filip.3:1) “Y para vosotros es seguro”. No falta nada que necesitemos saber que no haya sido dicho y todas las experiencias posibles son mostradas por medio de ejemplos en la vida de otros creyentes en las Escrituras.

 Evidentemente hay cosas que no son dichas de una forma explícita, pero están implícitas en el conjunto de las Escrituras. Habría alguno, por ejemplo que pudiese objetar: “pero es que en la Biblia no dice que el fumar es pecado”; cierto, pero dice: ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”. (1ªCor.3:16-17). De una forma implícita, nos da a entender que no debemos ensuciar ni destruir nuestro cuerpo, sino utilizarlos para la gloria de Dios. Toda actitud y uso de todo lo que sabemos que destruye el cuerpo, es considerado por Dios pecaminoso.

De igual manera hay muchísimos textos en la Palabra de Dios, como hemos visto y a los que podríamos añadir muchos más, que nos dicen de una manera implícita, que no es posible que un verdadero creyente esté endemoniado.

Una ausencia significativa

Notemos que hay una ausencia total de instrucciones acerca de qué se debería hacer en caso de que un demonio intentase entrar el la vida de un creyente. No se habla tampoco acerca de ninguna instrucción práctica en cuanto a la liberación de espíritus demoniacos en los creyentes. Como ya se ha mencionado, todas las liberaciones de demonios que Jesús o sus discípulos o los apóstoles llevaron a cabo tuvieron lugar en un contexto de evangelización, que involucraron a inconversos. Pero no se ve a Jesús o a los apóstoles entrando en una congregación de verdaderos creyentes y librando a alguno de ellos de demonio o sometiéndoles a rituales de exorcismo.
Tampoco se nos menciona nada en la Escritura en cuanto a la liberación de demonios ni la autoliberación en relación con el vivir una vida en santidad o una vida victoriosa en el seno de la iglesia. ¿No nos dice algo tal silencio?
Esto no es así por azar o casualidad. Si la Biblia no hace referencia de una forma expícita ni implícita a tal cosa, desarrollar toda una doctrina de demonización de creyentes es definitivamente entrar en el terreno de la cenagosa especulación. 


C)  UN ÉNFASIS NO ESCRITURAL EN LA FIGURA DE SATANÁS Y LOS DEMONIOS: UNA VERDADERA “PRÁCTICA DESAFORTUNADA”

Es cierto que hemos pasado de un extremo a otro en el fenómeno demonológico. Durante muchos siglos se ha querido silenciar y evitar el tema de la actividad demonológica. Sin embargo, hoy en día muchos ven demonios por todas partes. No debemos ir a los extremos, sino guardar un equilibrio, esto es, debemos creer y aplicar lo que enseña la Palabra de Dios acerca de ello, ni más, ni menos. 
Aunque la Palabra de Dios no resta importancia a nuestro enemigo, ya vencido, y su actividad a través de muchas exhortaciones prácticas, es del todo significativo el énfasis exagerado que los ministerios de liberación y adherentes a la demonización ponen sobre Satanás y los demonios y su obra.
Éstos y no Cristo y su obra parecen acaparar toda su atención y dedicación, casi de manera obsesiva. Pero como dice George Ladd:

“Un hecho es muy significativo: ni los Sinópticos ni el resto del Nuevo Testamento muestran ningún interés especulativo ni por Satanás ni por los demonios tal como lo hacen algunos apocalípticos judios. Los diversos nombres de los apocalípticos así lo atestiguan. El interés del Nuevo Testamento es totalmente profético y redentor. Reconoce el poder sobrenatural del mal, pero centra su interés en la obra redentora de Dios por rescatar a la humanidad de estas fuerzas malignas”[7].  
Esta atención desmedida en lo demoniaco trae consigo riesgos importantes. Como algunos hermanos comentan, los que ponen demasiado énfasis en estas cosas están dando a Satanás los medios “publicitarios” y de marketing para seguir teniendo ocupada la mente de las personas e infundiendo un temor del cual Cristo ya nos ha liberado. Heb.2. Hay creyentes que se están obsesionando con la idea de estar endemoniados y se llenan de dudas sobre su salvacion y otros muchos temores. Esto es una verdadera obra o brecha del enemigo en la coraza del creyente: hacerle ver o creer tener lo que no tiene.

Dualismo

Asímismo se trazan en estas enseñanzas rasgos de dualismo entre Dios y Satanás, como si de una verdadera lucha de Titanes o de dioses iguales se tratase. Pero ¿olvidamos que Satanás  y sus demonios son criaturas y no El Creador, el cual es bendito por los siglos? ¿Olvidamos que Satanás ya está vencido?
Dice también G. Ladd:

“Ni en el judaísmo ni en el Nuevo Testamento se vuelve en dualismo absoluto este antitético reino del mal que se opone al Reino de Dios. Los ángeles caídos nada pueden hacer delante el poder de Dios y sus ángeles. En el Nuevo Testamento, todos estos poderes espirituales son criaturas de Dios y, por tanto, están sujetas a su poder. En la literatura apocalíptica serán condenadas en el Día del juicio”[8].

D)  ¿CÓMO SE PUEDEN EXPLICAR ESTAS MANIFESTACIONES EN AQUELLOS QUE SE MENCIONA COMO CRISTIANOS VERDADEROS?

 Citemos un ejemplo significativo que menciona Murphy:

“Jay, un estudiante de la Universidad Cristiana de San José, estaba consagrado a Cristo y quería ser pastor. Al mismo tiempo era un hombre con problemas obvios: ruidoso, alborotador, discutidor y colérico. Tenía fama de perturbador entre los profesores”.
Hablando del pasado de Jay y haciendo mención al supuesto origen del problema dice Jay:
«Levanté mis puños al cielo —siguió diciendo Jay— y grité mi odio contra Dios; enseguida clamé al diablo, si es que era real. Le pedí que castigara a mis tíos, que tomara mi vida. Yo era suyo, puesto que Dios me había abandonado. Algo terrible sucedió de repente, doctor Murphy. Una nube negra me rodeó. Podía casi verla y sentirla. Me cubrió por completo y desde entonces jamás se ha disipado. He vivido hasta hoy en esa nube oscura. Aunque se fue en parte cuando acepté a Jesús como Salvador y Señor, no desapareció del todo. Todavía me envuelve. ¿Podría tratarse de demonios?» Tuve que suponer que así era, pero decidí no perseguir esa «nube». Ayudé a Jay a hacerlo y con el tiempo quedó totalmente libre por medio de la autoliberación”[9].

1.- ¿Verdaderamente cristiano?

No conozco a este hombre llamado Jay, no obstante, hay desde el principio algo en la descripción que Murphy hace de él que no cuadra con la descripción de un cristiano: ¿Cómo un hombre consagrado a Cristo y aspirante a pastor puede, al mismo tiempo ser un hombre ruidoso, alborotador, discutidor, colérico y perturbador? ¿Dónde se muestra en esta persona la obra de Cristo? ¿Cuáles son los frutos de la transformación de tal persona y las marcas del Espíritu Santo en su vida? Y podríamos entonces preguntarnos con toda lógica: ¿Verdaderamente conoció Jay a Cristo?

No estoy diciendo que un creyente no pueda caer nunca en dejarse llevar por la carne en un momento de debilidad y pecar en ello. Pero si verdaderamente es un cristiano,  y digo “si” (condicional) “si es que verdaderamente ha conocido a Cristo y ha sido por él enseñado” (Ef.4:21), esto será una excepción en su vida y no la norma diaria. No criará fama de perturbador. No practicará el pecado (1ªJn.3:8-9), ni se deleitará en ello; muy al contrario, llevado por el sentir del Espíritu de Dios, tal creyente se arrepentirá y restablecerá enseguida su comunión con Cristo y con sus hermanos. Habrá un fruto de aquel arrepentimiento y una trasnformación real en su carácter. Habrá definitivamente unas “marcas” de cristiano en su vida.

Aquellos que verdaderamente son de Cristo aborrecen en mal y se deleitan en el bien y en el hacer la voluntad de Dios. Han sido transformados, santificados y hechos nuevas criaturas; han sido hechos semejantes a Cristo JESÚS.

2.- ¿Verdaderamente endemoniados? ¿Realidad o espejismo?
           
¿Podría una persona que piensa tener una enfermedad, y digo, que realmente lo cree, tener síntomas físicos de esa misma enfermedad, o al menos creer tenerlos, y comportarse como estando enfermo? ¿No escuchó nunca hablar del embarazo psicológico? Ciertamente el hombre es un ser bastante complejo y nuestra propia mente, engañosa, puede jugarnos muy malas pasadas.

¿Podría sucederle esto a los creyentes? Por supuesto que sí. También los creyentes podrían sufrir esta clase de neurosis provocadas principalmente por la ansiedad y la falta de un conocimiento claro de la realidad, y más aún, siendo arrastrado por las mentiras del padre de la mentira. 

¿Podría un creyente verdadero llegar a pensar estar endemoniado e incluso manifestar actitudes extrañas que hiciesen pensar en una posesión?

Está claro que precisamente uno de los medios por los que, aún como creyentes, podemos ser engañados, es que Satanás nos haga creer cosas que no son, como si fuesen. Me refiero a que puede haber verdaderos creyentes que hayan caído tan profundamente en el engaño de la “demonización de creyentes”, que ahora crean que tienen demonios morando dentro de ellos. 

Si además ha manifestado algunas de las obras que, a juicio de los ministros de liberación, son síntomas demoniacos: opresión, duda, temor infundado, ira o resentimiento... etc,  puede ser llevado por su propia mente (y esto sí es verdaderamente una obra satánica), a pensar que verdaderamente lo está y que éstos son los que les controlan. Esto dará lugar a una serie de comportamientos neuróticos e hipocondriacos, en los que la misma inestabilidad emocional le hará comportarse de manera extraña.
Además él mismo será el que busque a estos “ministros” para decirles o incluso asegurarles: “¡Estoy endemoniado, ayúdenme!”. Su única fuente de liberación será recurrir a los “ministros de liberación”.

E)  ¿CRISTIANISMO O CRISTIANDAD?

Hoy en día es muy fácil llamarse cristiano, especialmente en países occidentales en los que rara vez nuestra fe es puesta a prueba. Asímismo es tan fácil “convertirse” que tan solo implica repetir una oración guiada por un hermano/a, o por el pastor de una congregación o a través de la emisora de radio, o la cinta de video del hermano “fulanito”, o en aquella multitudinaria y espectacular campaña del hermano “menganito” venido de tal o cual lugar, con una supuesta “unción” especial que atrae a multitudes.

¿Convertidos a qué?

Pero podemos con toda razón preguntarnos ¿Es eso el Evangelio? ¿Son esos los requisitos que Cristo pone para ser un verdadero seguidor suyo? ¿Es tan inmensamente fácil ser cristiano y tan poco comprometedor como hoy en día? Definitivamente,  hay algo que no cuadra bien en nuestro concepto de cristianismo, ni en el de “convertirse a Cristo”.  
Si ser cristiano consiste tan solamente en esto, estamos haciendo muy mala interpretación de las palabras y las condiciones de Cristo para ser un seguidor suyo. No me extrañaría entonces que hubiese tantos “cristianos endemoniados” en las iglesias, cristianos que no han muerto con Cristo, cristianos que no se han negado a sí mismos para tomar la cruz, cristianos que no siguen en pos de él, pero aun así… llevan el nombre de cristianos y asisten a los cultos como cualquier cristiano verdadero y pueden hacerse pasar (al menos durante algún tiempo) por verdaderos creyentes hasta que sobreviene el tiempo de la prueba y todo es expuesto ante la gloriosa verdad.
Efectivamente la Cristiandad es inmensa, pero ¿cuántos son aquellos que forman parte del Cristianismo de Cristo?
Como dijo Cristo:

 “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, 
 sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos 
 me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y 
 en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos
 milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí,
 hacedores de maldad”
                                                                         (Mt.7:21-23)
Es inevitable otra pregunta,


F)  ¿CÓMO EVANGELIZAMOS? ¿QUÉ CLASE DE CRISTO PROCLAMAMOS?

¿Cómo presentamos el Evangelio? o ¿Será que lo que predicamos es el Evangelio de Cristo?
Veamos algunas palabras de Murphy al respecto, hablando de aquellos inconversos que cuando se entregan a Cristo siguen teniendo demonios dentro de ellos:

“Esto es especialmente cierto cuando los demonizados son ganados para Cristo mediante el método lógico-analítico tradicional de Occidente. Para estar seguros de que los inconversos demonizados quedarán libres de sus demonios, es posible que tenga que realizarse una evangelización de choque de poder”[10] 

¿Evangelizar o echar demonios?

En estas palabras, Murphy está dando a entender básicamente que el problema de que haya “creyentes endemoniados” en nuestras iglesias hoy es debido a una mala praxis en cuanto al evangelismo que se lleva a cabo siguiendo los métodos lógico-analíticos de Occidente, pues no expulsamos los demonios de estas personas, sólo les predicamos a Cristo. Esto resultará al fin en “creyentes endemoniados”, los cuales—supuestamente después de haberse entregado a Cristo—seguirán con necesidad de liberación de demonios porque el trabajo no se hizo bien.
Por eso también dice:

La iglesia en Occidente encontrará difícil traer salvación y sanidad a los supervivientes de un mal semejante si mantiene su teología impracticable del statu quo sobre demonología experimental. Y esto es cierto tanto en lo que respecta a la salvación como a la santificación”[11].
Según Murphy, para poder  “traerles salvación y sanidad, e incluso santificación”, habrá que seguir otra metodología, esto es, la que promueve la “Guerra Espiritual” de los partidarios de la demonización,  “el choque de poder”. Éste es (en sus propias palabras), el procedimiento que Murphy sigue en la actualidad: hace callar a los demonios, les prohíbe manifestarse e obstaculizar el proceso de pensamiento del incrédulo y los pone bajo control con su autoridad en Cristo. Su objetivo principal es mantener a la persona lúcida y con el dominio de su mente[12]. Si no es a través de este “choque de poder”, los incrédulos tendrán dificultad para creer en Cristo. El choque de poder es crucial para su “conversión”.
Sea como fuere, el mismo Murphy reconoce que, aunque es decisivo, ni aún esto funciona en la práctica sino que aquellos a los que se ha tratado, tendrán que ser sometidos a progresivas prácticas de liberación progresiva a posteriori, porque la realidad es que siguen teniendo demonios.

Dios nos llama a anunciar el Evangelio. Él hace la obra

Pero cuando Dios nos llama a anunciar el Evangelio de la gracia y del Poder de Cristo, no nos ha llamado a liberar demonios, sino a presentar a Cristo como Señor y Salvador y a confiar en la gracia y el poder del Espíritu Santo para llevar a cabo esta misteriosa obra tranformadora y regeneradora en el ser humano. La conversión de una persona es una obra que nosotros ignoramos y que solo el Espíritu de Dios puede hacer. Tanto la Salvación como la liberación, así como la santificación provienen de Dios, no de los esfuerzos humanos, por grandes y bienintencionados que estos sean.
Aquel endemoniado gadareno no tuvo que ser sometido a ningún “choque de poder”, ni “choque de verdad” para ser liberado; Jesús no hizo callar a los demonios, sino que les preguntó por su nombre;  no les prohibió manifestarse, pues es lógico que si los hay, tengan que manifestarse ante la presencia de Dios;  ni les prohibió obstaculizar el pensamiento de aquel pobre hombre; éste estaba ya totalmente bajo el poder de los demonios. Bastó con la presencia del Hijo de Dios y su palabra de poder. Esto es ni más ni menos lo que necesitamos en nuestra vida para llevar a cabo la misión que nos ha sido encomendada, y esto es ni más ni menos que el Evangelio: “poder de Dios para Salvación a todo aquel que cree” (Rom.1:16). Prediquemos el Evangelio de Cristo, que Él ya se encargará de llevar a cabo esta gloriosa obra.

Conversión de “multitudes”

Sin embargo, los partidarios de la “Guerra Espiritual” y la demonización de los cristianos, creen que su metodología misionológica y su forma de llevar a cabo su guerra espiritual aumenta los resultados en forma significativa, convirtiendo a gran cantidad de personas. Lo cierto es que la conversión de multitudes no es muy común hoy en día, al menos en occidente. Por haberse multiplicado la maldad, el número de personas en las iglesias no es muy ámplio, y el interés de la gente por las cosas de Dios es prácticamente nulo en nuestras sociedades de bienestar. Pero  no deja de sorprendernos el hecho que en la mayoría de las iglesias en las que privan estas enseñanzas, parece haber un “avivamiento” y hay gran cantidad de personas que inundan las iglesias, siempre en orden creciente, pero me pregunto ¿hasta qué punto creyentes? ¿Qué es lo que habrán escuchado? ¿Qué clase de evangelio habrán oído? ¿Qué les estamos prometiendo a cambio de seguir a Cristo?

¿Qué clase de evangelio predicamos?

Si predicamos bienestar y prosperidad, sanidades físicas o emocionales de estrés, depresiones y temores y liberación de maldiciones; si promovemos la “autoestima” (amor hacia uno mismo), “el pensamiento positivo”, la doctrina del “ciento por uno” siembra y cosecha, el divorcio y el nuevo casamiento, y cosas semejantes a estas, no nos extrañemos de que los termómetros que miden la afluencia a nuestra congregación se eleven considerablemente.
Y aún si predicasemos solamente de todas las promesas y bendiciones que fluyen de nuestra unión con Cristo, estaríamos ofreciendo un falso evangelio o un evangelio a medias. Pero Jesús nunca nos prometió una vida exenta de dificultades, pruebas, luchas y tribulación. Jesús no presenta un Evangelio Light, un camino de color de rosa, sino todo lo contrario.   
Precisamente éste era y Es uno de los puntos principales de su mensaje. A los que querían seguirle les decía: “el Hijo del hombre no tiene dónde recostar su cabeza”; “si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán”; “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”; “Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”. En fin, “duras palabras ¿quién las puede oír?” déjenme responder: solo aquellos que estarían dispuestos, por este amor, a menospreciar sus vidas hasta la muerte.  Pero ¡Ay ay!, qué distinto es todo esto a las promesas ofrecidas hoy en día desde muchos púlpitos. Y podríamos añadir: ¡Ay ay! que distinto es esto al Evangelio de Cristo.
Ahora bien, si empieza Ud. a predicar esto en su iglesia con fervor, sangre y fuego... ¡prepárese!, tal vez el número de miembros descienda un 30 o un 50% la primera semana; eso sin contar que si Ud. es mantenido por la congregación, tendrá que empezar seriamente a buscar un empleo. ¡Ay ay! porque entonces empezará a experimentar “algo” de las muchas aflicciones de los siervos de Dios: “peligros de los gentiles” sí, pero también “peligros de falsos hermanos” (2ªCor.11:26). Pero bien, todo este resultado no es negativo, es el resultado lógico del anuncio del Evangelio de Cristo. Tal vez allí su vida se acercará más a la verdadera “Guerra Espiritual”.

La metodología de Cristo

Estoy de acuerdo que hay variados y diversos métodos evangelísticos para alcanzar a las personas; unos más acertados que otros. Sin embargo, creo que sólo hay un mensaje válido: el Evangelio, y estas “Buenas Nuevas” son Cristo Jesús (Rom.1:1-3). Este Evangelio es el que tenemos que predicar, Cristo. Nuestro mensaje tiene que ser ante todo cristocéntrico. ¿Y qué predicaba Cristo? El arrepentimiento y la fe en su Nombre.

“Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. (Mr.1:14-15)

Cuando no ponemos el debido énfasis en un verdadero arrepentimiento, en el morir a nosotros mismos y nuestros pecados, en el negarnos a nosotros mismos y a todo lo que tiene que ver con el “ego” y los “autos” en nosotros (autoestima: amor por uno mismo; autocompasión: pena por uno mismo; autosuficiencia: valor en uno mismo...etc), lo único que obtendremos serán “conversiones espurias”, esto es, no verdaderas, sin entrega ni renuncia, insinceras, o tan solo movidas por los sentimientos).
Cuando no ponemos el debido énfasis en la fe Jesús como Señor y Salvador, crucificado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación; nuestra sabiduría, justificación, santificación y redención, sentamos las bases para la religiosidad y no para una relación viva con Jesúcristo, el único y verdadero Dios y la Vida Eterna. Obtendremos, por tanto, religiosos pero no cristianos.

G)  EL JUICIO DE DIOS HA DE EMPEZAR POR “SU CASA” (1ªP.4:17)


             “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios...”

Comentaba al principio de este libro como es realmente triste y decepcionante observar como en algunos foros evangélicos y en muchas iglesias hoy, son más los partidarios de que un cristiano puede tener demonio que los que afirman que no. ¡Cómo se han cambiado las tornas!
Pero por otra parte esto testifica de lo que “escrito está” y ha de cumplirse inexorablemente. De manera que no es de extrañar y casi podría tomar aquella expresión del apóstol Pedro “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos...” (1ªP.4:12-13) Y decir, tampoco deberíamos sorprendernos de la gran oleada de nuevas doctrinas, y la avalancha de falsas enseñanzas que nos ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña aconteciese. Todo esto es así y responde al propósito de Dios. Éste es el sentir que el apóstol expresa:

“Porque debe haber también entre vosotros herejías, para que aquellos que son aprobados sean manifestados de entre vosotros”. (1ªCor. 11:19)

Creo que todas estas modas religiosas y nuevas enseñanzas dentro de las iglesias, que no forman parte de lo revelado en la Palabra de Dios, forman parte de ese “juicio de Dios” que ha de comenzar por la casa de Dios. Esa palabra juicio (krima) tiene el sentido de “una severa prueba que determinará y manifestará el verdadero carácter”. Hemos de ser probados para ver lo que hay en nuestros corazones. Y estas falsas enseñanzas son enseñanzas de demonios que seducen a los inconstantes y a los que no tienen amor por la verdad, pero al mismo tiempo manifiestan verdaderamente quienes son de la verdad, esto es los que son aprobados.
Normalmente seguir una herejía es, primeramente, el resultado de haber apartado nuestros oídos de la verdad y haber resistido a nuestro mentor interno,  el Espíritu Santo que nos guía a toda la verdad. En segundo lugar esto es así, cuando en nuestras opiniones y elecciones hay elementos resultado de la preferencia personal o de la esperanza en algún beneficio o provecho personal. Todas estas cosas pondrán a cada uno en su lugar. Cada uno, tal vez inconscientemente, tomará posición en un lado u otro. Y ha de ser así, para que lo verdadero sea separado de lo falso, para que el trigo sea separado de la cizaña, para que la luz sea apartada de las tinieblas. Dios no aprueba las herejías ni las doctrinas de demonios, pero es necesario que éstas tengan lugar para que Dios pruebe los corazones y nos sea hecho manifiesto a nosotros mismos también.

¿Cuál debería ser nuestra reacción ante todo esto?

“Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados”.  (Stg.5:19-20)

Aunque todas estas cosas son ciertamente indignantes y de echarse manos a la cabeza, nuestra posición en todo esto no debería ser el rasgarnos las vestiduras y vivir en continua amargura o resentimiento, sino muy al contrario, la de aquellos siervos de Dios que pacientemente, pero con fervor y mansedumbre corregían a los que se oponían, por si quizá Dios les concedía que se arrepientiesen para conocer la verdad y escapasen del lazo del diablo; que convencían a los que dudaban y salvaban del fuego a los que se perdían, y de otros tenían misericordia con temor.

¡Que el Señor en su misericordia suscite muchos fieles soldados que con valor y tenacidad defiendan ardientemente la fe que una vez fue dada a los santos!   


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[1]  Ed. Murphy, “The handbook of Spiritual Warfare” (Manual de Guerra Espiritual), Cap.53 “La realidad, la causa, la cura”, (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, © 1994.
[2]   Ibid.
[3] Frederic  S. Leahy, “Satan cast out: a study in Biblical Demonology”, p.164, Banner of truth, 1975
[4] C. Fred Dickason, “Demon Posession and the Christian”, (Chicago: Moody Press, 1987) 127.
[5] Ibíd.
[6]  Ibíd. “Dos explicaciones para el terrible enigma de los creyentes demonizados”
[7] George Eldon Ladd, “Teología del Nuevo Testamento”,  p.80-81, Editorial Clie, Terrasa (Barcelona)©2002.
[8] Ibíd., p.79.
[9] Ed. Murphy, “The handbook of Spiritual Warfare” (Manual de Guerra Espiritual), Cap.54, “El abuso infantil”, (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, © 1994.
[10] Ed. Murphy, “The handbook of Spiritual Warfare” (Manual de Guerra Espiritual), Cap.53 “Dos explicaciones para el terrible enigma de los creyentes demonizados”, (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, © 1994.

[11] Ed. Murphy, “The handbook of Spiritual Warfare” (Manual de Guerra Espiritual), Introducción “La Realidad de la Demonización: Relación Escrituras Experiencia”,  (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, © 1994.
[12] Nota al pie nº  15 de éste capítulo 53. Ed. Murphy, “The handbook of Spiritual Warfare” (Manual de Guerra Espiritual), Cap.53 “Dos explicaciones para el terrible enigma de los creyentes demonizados”, (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, © 1994.